El profesor que cambió mi vida

Mis apuntes de Matemática B con el Prof. Acquarone en el Bauzá, 2007.

Hay personas que, sin saberlo, marcan el rumbo de nuestra vida. A veces lo hacen con una palabra dura, otras con un gesto sutil, pero siempre desde un lugar de profunda vocación. Esta es la historia de uno de ellos.

Un tributo al Prof. Víctor Acquarone Vanni

Siempre cuento la misma anécdota a mis estudiantes. Corría el año 2007 y yo cursaba el último año de bachillerato orientación Ingeniería en el Liceo Bauzá. Tenía como profesor de Matemática al Prof. Víctor Acquarone. Era su último año antes de jubilarse -eso decía-. Un veterano alto, robusto, de voz grave y tono firme, bigotes y canas blancas. Siempre impecable: camisa, pantalón de vestir, maletín de cuero. Su sola presencia imponía respeto.

Liceo Bauzá, Montevideo

El quiebre

Recuerdo una de las primeras clases prácticas de Matemática B. Estábamos resolviendo ejercicios y hubo uno que no me salía. Me acerqué a su escritorio a preguntarle, y su respuesta fue tajante:

—¿Cómo llegaste a 6.º de Ingeniería sin saber esto?

Se trataba de un producto notable. Algo que debería haber sabido, o al menos recordado. Sus palabras fueron duras, hirientes. Me dolieron. Pero esa herida fue el punto de inflexión. A partir de ese día, algo empezó a cambiar en mí.

Empecé a esforzarme como nunca antes. A tratar de comprender de verdad, a pensar más profundamente. Sentí que había algo que podía encontrar y conocer, que estaba dentro de mí pero que aún no lo sabía. Ese producto notable no era solo un contenido olvidado: era el inicio de un camino.

El desafío constante

Clase a clase se abría un nuevo reto: un teorema, una pregunta, una tarea, un escrito. Estudiar en casa, pasar los apuntes prolijos, consultar el libro de Geometría Analítica de Gustavo Duffour (que había comprado de segunda mano en la feria)... Todo eso se convirtió en parte de una rutina que, sin darme cuenta, me transformó en un mejor estudiante.

Hoy, mirando hacia atrás, entiendo que esa primera frase tan cruda escondía un mensaje más profundo:

—Confío en vos. Vos podés.

Enseñar desde la exigencia

Los desafíos constantes no eran una casualidad. Creo firmemente que el profesor los usaba como estrategia didáctica deliberada. Gracias a él, y a su forma exigente de enseñar, no solo descubrí el amor por las matemáticas: también recuperé la confianza en mí mismo, una confianza que había perdido durante mis años más difíciles de adolescencia.

Gracias a él, al terminar el liceo me animé a entrar a Facultad de Ingeniería. Al principio me fue mal, pero luego logré adaptarme y me empezó a ir mejor. No fue un salto fácil, pero estaba preparado para tolerar la frustración. ¿Cuánto influyeron docentes como él en que desarrollara esa resiliencia? Seguro que mucho más de lo que puedo imaginar.

El legado

Tiempo después, empecé a dedicarme a la docencia. Primero en Física, a veces también en Matemática. ¿Cuánto le debo al “gordo Acquarone”? Nunca lo sabré con certeza. Pero sí sé que dejó una huella imborrable en mí. Me ayudó a conocerme, a crecer como estudiante y como persona. Me motivó a recorrer caminos que nunca habría imaginado, como animarme siquiera a pisar la Facultad de Ingeniería, y años más tarde, el IPA.

Sí, este profesor marcó mi vida para siempre. Hoy soy quien soy gracias a eso que se forjó en el aula, clase a clase, desafío tras desafío. Exigencia, motivación, y esa presión justa en la zona de desarrollo próximo de la que hablaba Vygotsky.

No todos lo veían igual

Obviamente, no todos lo interpretaban así. Para muchos de mis compañeros, era el peor profesor del mundo. Para mí, fue el mejor que tuve.

Por más profesores como él

Ojalá más adolescentes tengan la suerte de cruzarse con un Víctor Acquarone en su camino. Porque son ellos, los docentes con vocación y exigencia, quienes en silencio forman a quienes conducirán los destinos de nuestro gran país en el futuro.


Claves pedagógicas de su enseñanza

La forma de enseñar del Prof. Acquarone incorporaba elementos clave de algunas de las pedagogías más influyentes:

  • Zona de Desarrollo Próximo (ZDP) – Según Vygotsky, el aprendizaje más significativo ocurre cuando el estudiante es desafiado justo por encima de lo que puede hacer por sí solo, pero con apoyo. Eso hacía Acquarone: nos exigía un poco más de lo que creíamos posible, y con eso nos empujaba a crecer. Esa presión constante, incómoda a veces, generaba aprendizaje auténtico.
  • Efecto Pigmalión – Cuando me dijo “¿cómo llegaste hasta acá sin saber esto?”, parecía una crítica, pero en el fondo era una señal de expectativa. Confiaba en que yo podía más. El efecto Pigmalión describe cómo las altas expectativas de un docente pueden potenciar el rendimiento del estudiante. Su exigencia no era desdén: era una forma de decirme que él creía en mí.
  • Rigor y estructura como forma de contención – Su estilo clásico y ordenado (definiciones prolijas, rigurosas y bien redactadas/dictadas, tareas constantes, evaluaciones frecuentes, respeto por la disciplina) brindaba una estructura sólida que, lejos de ser opresiva, era una forma de cuidado. En contextos adolescentes, esa estructura puede ser lo que muchos necesitan para organizarse y enfocarse.
  • Desafío como motor de la motivación intrínseca – Más allá de premios o castigos, su mayor estrategia era el desafío intelectual constante. Resolver un ejercicio difícil, demostrar un teorema, entender un concepto complejo... todo eso se transformaba en un juego de superación personal.

A veces no hacen falta palabras amables, sino docentes que crean genuinamente en el potencial de sus estudiantes. Eso era Acquarone: un profesor exigente, profundamente humano, que supo forjar en mí no solo el amor por la matemática, sino la confianza para enfrentar cualquier desafío.

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